Hola de nuevo ;) Hoy, para empezar con buen pie el fin de semana os traigo algo tierno, para que os suba un poquito el azúcar, que no es malo algo de romanticismo de vez en cuando :)
Salió al balcón y observó el mar. Podía ver el sol asomando
por el horizonte mientras escuchaba el murmullo de las olas llegando a la
orilla. Estuvo un rato con la mirada perdida en el paisaje. Era lo bueno de
aquella pequeña casa, situada en un lugar donde podía relajarse sin que le
molestara el constante ajetreo de la ciudad. Sintió algo a sus pies. Un gato
blanco, ya entrado en años paseó entre sus piernas hasta dar con un buen lugar
en el que recostarse, sobre su zapatilla. Sonrió mientras lo observaba tan
calmado, recordando todas las travesuras que aquel animal había hecho a lo
largo de su vida. Y ahora la edad lo había convertido en un ser tranquilo y
silencioso, su gran compañero, su mejor amigo.
Se giró hacia la habitación con la sonrisa todavía en los
labios. Allí en la cama, entre las sábanas revueltas estaba ella, el gran amor
de su vida. Incluso así, con el pelo desordenado y el rostro sin maquillar, le
parecía la mujer más hermosa del mundo. Era ella la que tiempo atrás había
conquistado su corazón, y tenía la certeza de que nunca más estaría solo,
porque ella le acompañaba. Se acercó y se sentó a su lado procurando no
despertarla, a su mente acudió de pronto el recuerdo del día que se conocieron.
Miró atrás y se dio cuenta de que la vida había dado muchas vueltas, y que
aquel joven que era había crecido, había madurado y había experimentado cosas
que nunca hubiera imaginado. En verdad le gustaba no haber sabido qué iba a ser
de su futuro, si alguien se lo hubiese contado no habría podido disfrutar de
todas las sorpresas que poco a poco habían ido apareciendo a lo largo del
camino.
No se había dado cuenta de que mientras pensaba ella había
abierto los ojos y le observaba. Le cogió la mano y él la miró de nuevo.
-
¿En qué piensas?
Él sonrió y respondió.
-
En que te quiero.
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